Jorge Gracia
Para mi, ser voluntario comenzo como un hobbie, pero con el paso del tiempo se ha convertido en una forma de vivir la vida de otra manera, es decir, no solo lograr volver a casa con la satisfacción de haber sido útil, si no, ser consciente de que en este programa, ayudamos a quien no tiene la autonomia o la posibilidad de hacer determinadas cosas, que para cualquier persona no suponen ningún problema.
Ver su sonrisa, esa que tanto cuesta mostrar en momentos tan difíciles de su vida hace que todo esfuerzo merezca la pena, el súmmum del voluntariado. Los pelos de punta y la piel de gallina al ver de primera mano como la felicidad y la sonrisa vuelve a sus rostros, como en un momento dado, todos, enfermos y familiares viven una emoción intensa, difícil de describir, de la que tenemos el privilegio de formar parte, al menos durante unas horas, es una satisfacción completa, no hay palabras suficientes para expresar el torrente de sentimientos y emociones que vivo en cada ocasión y el recuerdo imborrable que llevo conmigo de cada uno de los servicios prestados, no puedo decir otra cosa, todos los días vuelvo a casa sabiendo que he ayudado a quien lo necesitaba a ser un poquito más feliz.